Mercedes Pérez inscribió en la planilla de los jueces 100 kilos, para el inicio de la competencia de los 64 kg, categoría que se estrenaba en el programa de los Juegos Olímpicos para las mujeres.
Cuando seis deportistas habían logrado ese peso, la pesista colombiana pidió 101, para empezar a presionar a sus principales rivales, como la canadiense Maude Charon, la ecuatoriana Angie Paola Palacios, la italiana Giorgia Bordignon, y Wen-Huei, de China Taipei.
Pero en el primer intento, la samaria, radicada ahora Palmira (Valle del Cauca), salió acelerada. Se frenó un poco cuando subió las escaleras para salir a la plataforma. Aplaudió al paso de la cubeta con magnesio y cerró sus ojos. Una sonrisa se dibujó en su rostro y se alistó para su estreno en Tokio 2020.
Tomó la palanqueta y empezó su ejercicio, y cuando parecía que la tenía dominada, se aceleró, como cuando subió las escaleras, y falló. Un “no joda”, típico de la Costa Caribe Colombiana, se escuchó en el elegante y lujoso Centro de Eventos y Exposiciones, donde se adecuó el Foro Internacional de Pesas.
En el segundo intento tenía que asegurar esos mismos 101, con la certeza de que la marca estaba por debajo de sus mejores registros.
Se alistó de nuevo, aunque otra vez algo acelerada, pero de nuevo dibujando una sonrisa, y en esta ocasión dijo una de sus mantras. “Mencho”, gritó. Así le decía su abuela. Subió a la plataforma y efectivamente esos 101 kilos no eran mucho para la colombiana, que había sido octava en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008 y cuarta en Rio 2016.
Ya con esa barrera superada, tenía que empezar a recortar la diferencia que le habían tomado sus rivales. Pidió 105 kilos para el tercer intento, pero de nuevo salió con el ‘acelere’ que la caracteriza. De nuevo falló y ahora tenía que empezar a hacer fuerza, pero detrás de la tarima, para que sus rivales fallaran en los intentos restantes.
Palacios y Charon fallaron en 108, y la turca Levent falló en 103, pero los resultados parciales la ubicaban quinta al cierre de la modalidad de arranque.
“Cógela suave Mercedes”, parecían decirle sus paisanos y los demás colombianos. Tenía que entrar más calmada para asegurar esos pesos que sin problemas superaba en otras oportunidades.
Pidió empezar en el envión, su ejercicio más fuerte, en 125 kilos, pero se subió a 126, cuando el mejor resultado hasta el momento era el de la ecuatoriana Palacios, con 122.
“Dale león”, gritó en este momento y lanzó un rugido que se escuchó en Santa Marta, en Palmira y en toda Colombia. Tomó la palanqueta con propiedad y se le vio fácil. El sueño de la medalla seguía latente, porque en ese momento se ubicaba tercera, con un total de 227 kg.
Después, la ecuatoriana falló dos veces en 127 kilos y salió de la contienda, mientras la italiana Giorgia Bordignon levantó 128 en envión y llegó a 132 kg, con los que aseguraba la medalla de plata. Mercedes se fue hasta 131, convencida de que podía lograr ese peso, como lo hizo cuando fue medallista mundial.
Falló en el segundo, y la canadiense Maude Charon sí los levanto y aseguró el oro. Ya solo estaba el bronce en disputa, con Wen-Huen Chen, de China Taipei, quien al fallar dos veces en 130 kilos le dejo el camino abierto a la colombiana.
Era el último intento, la última competidora, y la última oportunidad. Si Mercedes levantaba esos 131 kilos se quedaba con la medalla de bronce, pero otra vez se vio acelerada y de nuevo falló.
La tristeza la embargó. La alegría con la que empezó la competencia se transformó en lágrimas. Un intento válido en arranque (101 kilos) y uno válido en envión (126), le alcanzaron para terminar cuarta. El segundo diploma olímpico para Colombia en Tokio.