El silencio es el sonido del Viernes Santo, en particular cuando llega una hora precisa, las tres de la tarde, el momento en que el Hijo de Dios grita su abandono ante el Padre y muere en la cruz. Y el silencio es también la palabra adecuada para el momento del dolor humano, el que da cabida a los que lloran. Las tres de la tarde es la brújula que guía la entrevista titulada “La esperanza bajo el asedio”, emitida en Rai 1 y concedida por el Papa Francisco a la periodista Lorena Bianchetti, presentadora del programa “A Sua Immagine”. El del silencio es uno de los pasajes más intensos de la conversación, cuando Francisco confiesa: “Una de las cosas que he aprendido es a no hablar cuando alguien sufre”, “debemos pedir la gracia del llanto”.
A ese momento de la Pasión del Señor están ligados hoy los caminos dolorosos recorridos por tantos inocentes. Personas que murieron a causa de la guerra. No sólo Ucrania, subraya Francisco, está sacudida por la tragedia de un conflicto. En todas partes resuena el sonido de las armas, “el mundo está en guerra”: Siria, Yemen y el drama de los “rohingya expulsados, sin patria”, “el genocidio de Ruanda de hace 25 años” son algunos de los escenarios bélicos que tiñen de sangre diversas regiones del planeta. Un mundo, explica el Pontífice, que “ha elegido el esquema de Caín”, de “matar al hermano”.
No se dialoga con el diablo sino con las personas
Con el diablo “no se dialoga” porque es “el mal absoluto”. Pero sí se habla, dice Francisco, con las personas afectadas por “la enfermedad del odio”. “Todos tenemos algo bueno”. Esto, dice el Papa, “es el sello de Dios en nosotros”. Siempre el Señor “busca salvarnos hasta el final” porque en cada hombre ha sembrado “algo bueno”. Esta siembra también se hizo en Caín, pero el hermano de Abel, recuerda el Pontífice, fue culpable de una acción que formaba parte de la violencia. Y es con esta acción “que se hace una guerra”.
La guerra es pluriforme
El diablo, reitera el Papa, no es un mito sino una realidad: “Yo lo creo”. El demonio “es seductor”, presenta “algo de bello en el pecado” y “lleva a pecar”: “Si los pecados fueran feos, si no tuvieran algo de bello, nadie pecaría”. Están, afirma Francisco, los “que hacen la guerra, los que destruyen la vida de los demás, los que explotan a las personas en su trabajo”. También la explotación “es una guerra”. Esto también destruye, “no sólo los tanques”. El demonio “siempre busca la destrucción” porque el hombre es “imagen de Dios”. Cuando Jesús muere, vuelve al Padre. Pero “está en cada persona explotada, que sufre las guerras, la destrucción, la trata”. “Cuántas mujeres -subraya el Santo Padre- son esclavas de la trata en Roma y en las grandes ciudades.” “Es obra del mal. Es una guerra”.
Todo hombre puede sembrar la destrucción
La respuesta del Papa viene precedida de una frase, citada por la periodista Lorena Bianchetti, del escritor ruso Fiódor Mijáilovich Dostoyevski: “La batalla entre Dios y el demonio está en el corazón del hombre”. Es allí -subraya el Santo Padre- donde se juega. Por eso necesitamos esa mansedumbre, esa humildad de decirle a Dios: soy un pecador, pero tú sálvame, ayúdame”. Porque cada uno de nosotros, explica Francisco, tiene dentro de sí la posibilidad de hacer lo que hacen los que “destruyen, explotan”. El pecado “es una posibilidad de nuestra debilidad y también de nuestro orgullo”.
Pedir la gracia de llorar
Una dramática imagen de la guerra en Ucrania, retomada por los medios de comunicación del mundo, precede otra reflexión del Papa Francisco. Es la de la carrera desesperada de un hombre y su mujer hacia un hospital. Corren llevando a su hijo que ha sido alcanzado por las esquirlas de una bomba. Por desgracia, en ese caso no fue posible salvar la vida del niño. ¿Qué le nace decirles -pregunta Lorena Bianchetti- a los padres que pasan por esta angustiosa experiencia de perder un hijo? “Una de las cosas que he aprendido -afirma el Papa- es a no hablar cuando alguien sufre”. Quienes sufren deben ser llevados “de la mano, en silencio”. Ante el dolor, el Papa indica dos caminos: el silencio y el llanto. “Debemos pedir la gracia del llanto, ante nuestras debilidades, ante las debilidades y tragedias del mundo”.
La fuerza de las mujeres
Otra imagen de la guerra en Ucrania es la premisa de una pregunta sobre el papel de las mujeres. Es la imagen de una joven ucraniana embarazada llevada en camilla entre los escombros. Intenta acariciar su vientre con las últimas fuerzas que le quedan. Lorena Bianchetti dice, recordando aquella dramática escena, que se acuerda de las mujeres, de la fuerza de las mujeres, de las madres rusas y ucranianas. La periodista se pregunta entonces qué importancia tiene el papel activo de las mujeres para construir concretamente la paz. Las mujeres, subraya el Papa, son “fuertes”. “Jesús es el esposo de la Iglesia”. Y “la Iglesia es mujer”. Una madre “es capaz de acompañar a los hijos hasta el final”. Como “María y las mujeres al pie de la cruz”. Las mujeres saben lo que significa “preparar la vida” y lo que es la muerte. “Hablan ese idioma”. Después, recordando que la explotación y la violencia contra las mujeres son “el pan nuestro de cada día”, el Pontífice subraya que “las mujeres son la fuerza”. A los pies de la cruz los discípulos huyen. No huyen, en cambio, las mujeres que “lo habían seguido durante toda la vida”. “Jesús, de camino al Calvario, se detiene ante un grupo de mujeres”. Ellas -señala el Papa- tienen la capacidad de llorar”.
La conductora del programa de televisión “A Sua immagine” recuerda a continuación las escenas de los refugiados que huyen de Ucrania a causa de la guerra y también la respuesta concreta recibida de estas personas en señal de acogida y solidaridad. Lorena Bianchetti se pregunta: “¿ha derribado los muros de la indiferencia y los prejuicios contra los que huyen de otras partes del mundo porque han sido heridos por la guerra, o se sigue dividiendo a los refugiados en severas categorías?”. “Es cierto – responde el Papa- los refugiados están subdivididos. “De primera clase, de segunda clase” y por “color de piel”. “Somos racistas. Y eso es malo”. Incluso Jesús, recuerda el Pontífice, “fue emigrante y refugiado en Egipto cuando era niño, para escapar de la muerte”.
La guerra es una monstruosidad
La reflexión del Papa vuelve entonces al Calvario. En la cruz hay personas azotadas por la guerra “de los países de África, Oriente Medio, América Latina, Asia”. “Hace algunos años -añade el Santo Padre- dije que estábamos viviendo la tercera guerra mundial por pedazos. Pero no hemos aprendido”. El Pontífice recuerda, en particular, sus visitas al santuario militar de Redipuglia y al cementerio de Anzio. “Vi y lloré”. Francisco, recordando también las conmemoraciones en 2019 por el 75 aniversario del desembarco de Normandía, subraya que “la guerra crece con la vida de nuestros hijos”. “Por eso digo que la guerra -afirma el Papa- es una monstruosidad. Vayamos a estos cementerios que son precisamente la vida de esta memoria”.
Hemos olvidado el lenguaje de la paz
El drama de la guerra sigue presente en una de las preguntas que plantea la periodista Lorena Bianchetti: ¿por qué los hombres no han aprendido del pasado y siguen utilizando las armas para resolver sus problemas? Francisco responde explicando que entiende a “los gobernantes que compran armas”. “No los justifico, pero los entiendo”. “Tenemos que defendernos” porque seguimos el esquema de Caín. Pero se trata de un “esquema demoníaco” que lleva a “nos matemos unos a otros en aras del poder, en aras de la seguridad, en aras de muchas cosas”. “Si fuera un modelo de paz, esto no sería necesario”. También hay muchas “guerras ocultas”, “lejos de nosotros”. El lenguaje de la paz ha sido “olvidado”. Aunque no faltan los esfuerzos por hacer callar las armas. “Se habla de paz. Las Naciones Unidas han hecho de todo, pero no han tenido éxito”.
Se necesitan mujeres que hagan sonar la alarma
Hojeando las páginas del Evangelio, el Papa recuerda entonces que hay una mujer de la que no se habla mucho. Es la esposa de Pilato. “Le dice a su marido: ‘No te metas con este hombre justo’. Pero Pilato no la escucha, ‘cosas de mujeres'”. Esta mujer, señala el Pontífice, “comprendió el drama desde lejos”. “Tal vez era madre, tenía esa intuición de las mujeres”, explica. “El poder es capaz de cambiar la opinión de la gente de domingo a viernes. El Hosanna del domingo se convierte en el “¡Crucifícalo!” del viernes. Y este es nuestro pan de cada día. Necesitamos que las mujeres den la voz de alarma”.
Hay tantas soledades
La periodista Lorena Bianchetti subraya que “el Viernes Santo es un poco el día de la soledad”. Y la soledad, recuerda, “hace pensar inevitablemente en lo que cada uno de nosotros sintió durante el periodo más agudo de la pandemia”. Y también al momento extraordinario de oración del 27 de marzo de 2020. “No sabía -dice el Pontífice- que la plaza iba a estar vacía”. “Fue un mensaje del Señor para entender bien la soledad”. Hay muchas soledades. “La soledad de los ancianos, la soledad de los jóvenes a los que dejamos solos”. Y luego “la sabiduría de los ancianos, tantas veces descuidada y dejada de lado en una casa de reposo”. Pero también la soledad “de los jóvenes, de los viejos. De quienes tienen una enfermedad mental en las residencias sanitarias. La soledad de las personas que atraviesan un tragedia personal”, la soledad “de una mujer golpeada por su marido”. Todos experimentan la soledad. “Usted también debe tener la suya”, añade el Papa dirigiéndose a la periodista. Yo tengo la mía. “Pequeñas soledades, pero es ahí, en esas pequeñas soledades, es donde podemos entender la soledad de Jesús, la soledad de la cruz.”
“Dios ha sido bueno conmigo”
¿Se ha sentido alguna vez solo -pregunta Lorena Bianchetti durante la entrevista- en el desempeño de su ministerio? “No-responde Francisco-, Dios ha sido bueno conmigo. ¡Siempre, si hay algo malo, pone a alguien para que me ayude! Se hace presente. Ha sido muy generoso. Tal vez porque Él sabe que no puedo hacerlo solo”.
La Iglesia y el mal de la mundanidad
Refiriéndose a algunas heridas que también afectan a la Iglesia, el Papa observa que el espíritu de mundanidad es lo “lo que más hace mal hoy en día”. “Se alimenta y crece con el dinero”. “Cuando cae en el espíritu mundano, la Iglesia es derrotada”. Está bien “usar el dinero para hacer el bien, para sacar adelante a la familia con el trabajo”, para servir. El Pontífice recuerda también que cada día, por la mañana, dirige una oración a San Miguel Arcángel. “¡Todos los días! Para que me ayude a vencer al diablo”. “Yo tengo miedo de él, por eso tengo que defenderme tanto. Al diablo que había hecho todas las maniobras para que Jesús terminara, como lo hizo, en la cruz”.
Olvidamos llorar
Al plantear otra pregunta sobre la guerra en Ucrania, la periodista señala que “Kiev ya no es sólo un lugar geográfico”. A los ojos del mundo representa mucho más. En su corazón, pregunta, “¿qué es? “Un dolor. El dolor-añade el Papa- es una certeza. Para el dolor físico se puede intervenir, pero para el dolor moral “no hay anestesias”. “Sólo la oración y el llanto”. “Nos hemos olvidado de llorar. Si puedo dar un consejo, a mí mismo y a la gente, es pedir el don de las lágrimas”. El Santo Padre recuerda también “una hermosa oración”: “Señor, tú que hiciste brotar agua de la roca, haz brotar lágrimas de la roca de mi corazón”. Luego Francisco se pregunta: ¿cuántas personas, ante las imágenes de las guerras, de cualquier guerra, han sido capaces de llorar? “Algunos lo hicieron, estoy seguro, pero muchos no”.
Deja que Jesús te hable
En esta jornada de Viernes Santo, el Papa se dirige también al corazón de cada hombre: “Ante Jesús Crucificado, deja que tu corazón se conmueva, deja que te hable con su silencio y con su dolor”. Deja que te hable “con las personas que sufren en el mundo: que sufren el hambre, la guerra, tanta explotación y todas estas cosas”. “Deja que Jesús te hable y, por favor, no hables tú. Silencio. Que sea Él y pida la gracia de poder llorar”. A continuación, el Pontífice envió un mensaje de fraternidad a todos sus “hermanos obispos ortodoxos”. Hermanos “que están viviendo esta Pascua con el mismo dolor con el que la vivimos nosotros, yo y muchos católicos”.
Perdonar y pedir perdón
¿Cómo se hace para perdonar a todas esas personas que nos hacen daño, que matan a inocentes, que hacen daño no sólo físico sino también psicológico? El Papa responde a esta pregunta subrayando que el perdón tiene una raíz divina: “Si no he hecho ese mal, es porque Él me ha detenido con Su mano, con Su misericordia. Por eso no puedo condenar a quien viene a pedir perdón. Debo perdonar siempre. Cada uno puede decirlo a sí mismo”.
La esperanza nunca decepciona
Otro pasaje de la entrevista se refiere a todas aquellas personas que, también como consecuencia del Covid, han perdido su empleo. “¿Qué palabras de esperanzaquiere darles? “La palabra clave que acaba de decir – responde el Papa- ; es esperanza”. “La esperanza es tensión hacia el futuro, hacia el cielo”. “La esperanza es la certeza de que tengo en mi mano la cuerda de esa ancla lanzada allí. Nos gusta hablar de la fe, tanto, de la caridad: ¡Mírala! La esperanza es un poco la virtud oculta, la pequeñita, la pequeñita de la casa. Pero es la más fuerte para nosotros”.
Los deseos del Papa para la Semana Santa
La entrevista concluye con los deseos del Papa Francisco para la Semana Santa: Mi deseo es no perder la esperanza, pero la verdadera esperanza -que no defrauda-, es pedir la gracia de llorar, pero el llanto de la alegría, el llanto del consuelo, el llanto de la esperanza. Estoy seguro, repito, que debemos llorar más. Nos hemos olvidado de llorar. Pidamos a Pedro que nos enseñe a llorar como él lo hizo. Y luego el silencio del Viernes Santo”.
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