América Latina y el Caribe sigue estando entre las regiones con los índices de pobreza más altos del mundo. El boom económico de la primera década de este siglo logró reducir la pobreza del 45,5% en 2004 al 27,8% en 2014, pero desde entonces la región enfrenta un estancamiento, principalmente debido a estructuras económicas poco productivas y a la rampante informalidad, que roza al 50% de la población.
El impacto de la pandemia también ha sido destacable. A pesar del repunte económico vivido en el 2021, la pobreza extrema en América Latina se mantiene por encima de los niveles del 2019. En cuanto a la pobreza general, alcanzó al 33,7% de la población, lo que significa que 209 millones de personas vivían en la pobreza a finales de 2020.
“La recuperación económica no ha logrado opacar el fuerte impacto que tuvo la pandemia en todos los estratos y sectores económicos, especialmente entre los colectivos más vulnerables. Para mitigar este impacto será necesario promover la formalización laboral y extender las redes de cobertura social”, dice Adriana Arreaza, directora de estudios macroeconómicos de CAF.
A continuación, enumeramos cinco datos sobre pobreza en la región, que ofrecen una radiografía sobre la situación actual:
Más de un tercio de los latinoamericanos son pobres. Representan al 33,7% de la población, o 209 millones de personas. Según el reporte Perspectivas Económicas de América Latina, la crisis derivada de la pandemia ha ocasionado daños a un tejido social “extremadamente vulnerable, resultando en un significativo aumento de la pobreza y la desigualdad”. Las políticas impulsadas por los gobiernos sirvieron para evitar pérdidas de vidas y aumentos de pobreza. Sin estas transferencias, el índice Gini –medidor de la desigualdad– habría aumentado un 5,6% con respecto a 2019, en lugar del 2,9% registrado.
Las mujeres salen perjudicadas. Según la Cepal, en 2020 el 13,4% de los hombres no recibían ingresos propios, mientras que las mujeres representaban el 25,8%. Para revertir esta situación será imprescindible dotar de una mayor autonomía económica a las mujeres de la región, facilitando su acceso a recursos financieros, a servicios básicos y de desarrollo productivo, a oportunidades laborales de calidad, y el desarrollo de sistemas de cuidados, así como su participación en las estrategias para la mitigación y adaptación al cambio climático.
La pobreza extrema repuntó con la pandemia. La tasa de pobreza extrema en la región pasó del 13,1 % en 2020 al 13,8 % en 2021. De todas formas, si ampliamos el diagnóstico observamos que América Latina y el Caribe redujo la tasa de pobreza extrema a la mitad entre 2003 y 2013, pasando del 24% al 11,5%. Esto se debió al ingreso laboral y a las ganancias sociales cosechadas en los últimos años, especialmente en las áreas de salud, educación o empleo, que ofrecieron más y mejores oportunidades a los ciudadanos tradicionalmente olvidados. “El repunte económico del 2021 no ha provocado un descenso en los niveles de pobreza extrema en la región. Esto se explica porque los trabajadores de bajos ingresos, los informales, las mujeres y los jóvenes fueron desproporcionadamente afectados por la crisis”, dice Arreaza.
Crece el grupo de los vulnerables. Los vulnerables son aquellas personas que se encuentran a las puertas de la clase media por su nivel de ingresos, pero que, si los pierden, vuelven a caer en la pobreza. La también llamada “clase media informal”, en 2019 representaba al 37% de la población, mientras que la clase media ascendía al 38%. Tras la pandemia, estas cifras se han revertido, y ahora los vulnerables representan al 38,5% y la clase media al 37,3%. A diferencia de los más pobres, los vulnerables no suelen estar cubiertos por programas de transferencias condicionadas de ingresos, la clase media informal en muchos países no recibe los típicos servicios de la protección social básica.
Bajos niveles de ahorro. Un 30% de los latinoamericanos puede subsistir sin ingresos entre uno y menos de tres meses, mientras que uno de cada cuatro latinoamericanos aguantaría como máximo un mes, y los ahorros del 15% no alcanzarían para más de una semana. Además, el 40% sigue ahorrando de manera informal. Esta realidad tiene que ver con la ausencia de ahorros y con una informalidad laboral que deja sin protección social a aproximadamente la mitad de los latinoamericanos. La ausencia de puede suponer la movilidad social descendente de millones de personas en muy poco tiempo en periodos de crisis.