En un emocionante encuentro sin aliento, Camerún y Serbia jugaron uno de los partidos más entretenidos de la Copa del Mundo en la memoria reciente, dando a cada equipo su primer punto de la final. Aleksandar Mitrovic golpeó el poste en los primeros diez minutos, marcando la pauta para un partido que pronto se convertiría en un éxito de taquilla lleno de goles. Sin embargo, fue Camerún quien abrió el marcador cuando Jean-Charles Castelletto, apenas unos minutos antes una parte clave de una confusión defensiva que le dio a Mitrovic una visión clara del gol, se coló en el segundo poste para desviar un tiro de esquina.
Camerún desperdició sus oportunidades en la primera mitad después del primer partido, proporcionando una plataforma para una remontada serbia. En solo un par de minutos, Serbia había logrado precisamente eso. Tanto Strahinja Pavlovic como Sergej Milinkovic-Savic anotaron en el tiempo de descuento de la primera mitad. Mitrovic parecía haber dejado el juego fuera de toda duda, aprovechando una sensacional jugada del equipo serbio, pero los jugadores cameruneses tenían otras ideas. La incorporación de Vincent Aboubakar resultó fundamental, ya que el emblemático delantero remató con un desnivel sobre la guardameta Vanja Milinkovic-Savic y dio esperanzas a la nación africana. Aboubakar nuevamente se abrió paso solo dos minutos tarde, poniendo un gol en bandeja para su compañero de equipo Eric Maxime Choupo Moting.
Cualquiera de los bandos podría haber ganado pero, al final, un empate parecía un final justo para esta batalla épica.
Momento clave – Gol sedoso del equipo serbio
Aleksandar Mitrovic anotó uno de los mejores goles que verás en todo el torneo.
Con el balón repelido lejos de Camerún, Mitrovic comenzó a apuntar al arco. El balón fue empujado hacia el flanco izquierdo de Filip Kostic, quien condujo hacia el área penal y le devolvió el pase a Milinkovic Savic.
En una posición central y al borde del área, el centrocampista podría haber disparado él mismo, y dada su habilidad, probablemente se esperaba que lo hiciera, pero en cambio envió un balón en el camino de Andrija Zivkovic.
La compostura no terminó ahí, ya que Zivkovic vendió a su defensa con un maniquí y le pasó el balón a Mitrovic para que metiera el balón. Era el tipo de gol que un entrenador sueña que anote su equipo.